lunes, 30 de marzo de 2009

Atlas Etnográfico Falcón Venezuela Muñecas de Trapo


 

Un hogar para los chivitos*

                                                 Por José Millet

                                                                                    A Mariblanca Kamel Eljuri (en secreto compartido)

Un chivito pidió entrar a la Casa, las muñecas se lo impidieron porque no era de trapo. Ellas estaban tejidas de ilusión, de la que  corre veloz para llenar el tiempo que se nos escapa y se convierte en un tejido que canta una canción de gozo y alegría, sobre todo cuando mis nietos ríen al ver que terminé una más de mis criaturitas. No son para adornar la repisa ni para llenar el espacio vacío que no alcanza a cubrir el recuerdo. El recuerdo de cosas pasadas en mi Borojó de ensueños. En el sitio exacto de la geografía donde nací, di mis primeros pasos y transcurrió mi vida. Una amiga de mi tía sembró en mi cabeza la necesidad de alcanzar la forma de hacer estos seres encantados que llaman muñecas de trapo. Arte aprendido de los ancestros por nuestras abuelas. Que no se aprende en ninguna escuela, como mis dedos prodigiosos no aprendieron a tejer estos trazos que ni en el más perfecto de los talleres de manualidades.  Obra de mis manos son, para formar parte de mi cuerpo y de mi espíritu. Ellas son yo. A ellas di vida y me la devuelven, cada día, con esa música que me acompaña por el camino interminable donde alguien aguarda para recibirlas en sus manos, alzarlas al sol, con la ternura que sólo quien se parece a un dios puede mostrar.

No me acompañan. No son damas de compañía. Pueblan mis sueños. Revoletean en mi cabeza como dulces pájaros echados al viento. Me besan. Las beso. Soy una niña. Soy un niño, evidentemente por mi sexo. Ellas son mis hijas con las que juego y les enseño a cantar, a cocinar, a aplicarse en complicados laboratorios de ciencias y misterios que pocos alcanzan ni siquiera a vislumbrar. Las visto. Las desvisto. Duermen a mi lado. Me dan calor de sólo mirarlas y encienden la hoguera de la que saltan chispitas que destruyen mis tristezas, cuando me asaltan el temor o la duda en determinadas situaciones propias de los humanos. A nada son ajenas, aunque se las ve en aparente silencio.

Para alejar la soledad, extienden el puente del afecto perdurable entre los  amigos  y el ámbito de la juventud alegre que disfrutamos. Miré a la muñeca que recibió a tantos visitantes en mi casa; puede ser  ella, hecha de biscuit u otra  de trapo. O nos fuimos a Curazao a buscar una que pluguiera a la gente del barrio.  La clave consiste en que sepamos vestirla  con la ropa que todos en silencio cómplice acepten.  Con una amiga, elegimos los compadres. Y en la mañana empezó el jolgorio del bautizo, con todo tipo de gastronomías, música y baile, hasta que el sol cayó en medio de un horizonte de cansancio. Terminamos todos felices  y tu dedo y el mío se enlazaron para siempre. Es un compromiso de por vida, hecho no ante un cura, sino ante la mirada tierna de la muñeca que ahorita contemplas en mi hogar.

Niña traviesa: álzame en lo más alto, estrújame, aprieta mis bracitos, deshilacha mis trenzas y, si te apetece, arrójame al suelo. Nunca dejaré de sonreír aunque me veas seria. Nunca me hieren. Ni la aguja con que tejo el tejido de que están hechas. Los hilos también los destejo y saltan a mi pecho. Tocan mi corazoncito que late apresurado cuando ellas lo ordenan. De modo que ya lo saben por lo que aquí queda dicho: las muñecas no son de trapo. Sino de carne y hueso. Por sus venas corre mi sangre, tienen el nervio saltarín que puso en mi alma un duende. Chivito, acaso tocas a mi puerta, a la puertas de las locas de la Casa? Ah, entonces te abro porque por ti comenzó esta historia: por los caminos de Jacura, en un lugar apartado donde sólo la conocían sus vecinos, me refiero a la señora que los teje, con magia y con desvelos. Pasa, hijo, estás hecho del mismo material invisible a la vista con que nos dibujaron a nosotras. Ocupa con igual derecho el mismo sitio que nosotras…en el altar de la Patria Bonita a la que le cantaba Alí, con enseña propia y altiva, de ocho estrellas brillantes  e himno que aplaudimos dichosas de que nos hayan liberado. Apúrate a participar en la fiesta. Viste con nosotras los mismos colores de los que nos sentimos todos orgullosos. No existe mayor ni mejor cuota de felicidad en la gente que llevarnos triunfantes  en su regazo. Estoy donde tú estés…dónde si no que en el altar sagrado del Hombre!

 

Coro. Marzo 29.2009

*Palabras acerca de la muestra de muñecas de trapo, de la exposición  Brújula del TSU en Turismo Enzio Provenzano, organizada por el Departamento de Arte del Instituto de Cultura del Estado Falcón (INCUDEF), República Bolivariana de Venezuela, en el marco de la Semana Santa.